sábado, 24 de noviembre de 2007

La nueva coyuntura

Ariel Hidalgo nos ofrece su punto de vista sobre el papel que a su juicio deben desempeñar los actores moderados de ambas orillas en el escenario transicional cubano.

La nueva coyuntura
Por Ariel Hidalgo
Miami Herald

Durante mucho tiempo las posiciones extremas de ambas orillas de la geografía política cubana se alimentaron mutuamente para desplazar a sus respectivas contrapartes moderadas.

A mediados de los 90, tras el fin del campo socialista y la desintegración de la Unión Soviética, era evidente que, con la política de distensión de la administración Clinton, con el fortalecimiento de un segmento moderado en la comunidad cubana del sur de la Florida y un ala reformista cada vez más influyente en el sector oficial, el país estaba abocado a un proceso gradual de aperturas aun más profundas que las realizadas hasta entonces. Eran numerosos los altos funcionarios cubanos que por entonces hablaban de la búsqueda de un nuevo modelo. Pero los ''duros'' no podían cruzarse de brazos contemplando la pérdida gradual del poder e hicieron uso de la misma fórmula aplicada durante el proceso de distensión de la administración Carter: crear un conflicto.

Los disparos contra dos avionetas civiles de exiliados en febrero de 1996 iban dirigidos, en realidad, contra el ala reformista del régimen cubano, pues estaban destinados a hacer aprobar en Washington un proyecto-ley para endurecer el embargo económico, lo cual, a su vez, generaba el clima de plaza sitiada que permitiría paralizar el avance de los aperturistas, pues éstos, considerados por los duros del exilio como ''portavoces de la dictadura'', eran calificados por los duros del gobierno cubano de ''quintacolumnistas'' y hasta de ''agentes del imperialismo''. Al mismo tiempo se desviaba, hacia el plano de la contradicción externa con los Estados Unidos, la atención mundial sobre cientos de disidentes arrestados por planear, para el mismo día de los derribos, la celebración de un encuentro nacional de toda la oposición interna (Concilio Cubano). A partir de entonces las pocas voces que clamaban por los disidentes presos se perdían entre la algarabía provocada por el asesinato de los tripulantes, mientras los moderados del destierro perdían todo el terreno ganado.

El entonces presidente de la legalizada fundación Félix Varela, Juan Antonio Blanco, definía la acción militar como una ''deliberada emboscada política contra las fuerzas del reformismo sistémico''. La palabra deliberada es clave. No se trata de que los acontecimientos internacionales determinen la política interna, sino de que esos acontecimientos son forzados por la política exterior cubana según las necesidades de la dirigencia en el plano interno, siempre dispuesta a sacrificar cualquier ventaja económica en aras de sus objetivos políticos. Rafael Hernández, por entonces vicedirector del CEA --Centro de Estudios de América--, expresaba en La Gaceta de Cuba: ''parece que es la economía lo determinante, cuando en realidad es la política''. Así, el derribo de las avionetas y el desmantelamiento del antiguo CEA estuvieron inequívocamente vinculados dentro de una astuta jugada ajedrecística. Parodiando a un poeta encarcelado por entonces, el ladino pastor no dejará de provocar el acoso del lobo como medio de disciplinar a las ovejas.

Procesos semejantes se han repetido en diferentes épocas con igual resultado: el fortalecimiento de las jaurías de ambas orillas, intercambiando ladridos que acallaban los famélicos balidos de los corderos de ambos mundos para que éstos no conocieran de la existencia de sus hermanos de la orilla opuesta y sólo creyeran en la amenaza de otros lobos supuestamente más feroces, cuando en realidad, si un espectador tapara sus oídos y abriera bien sus ojos, tendría la impresión de una alianza tácita de ambas camadas para el montaje de un mismo escenario.

Pero el proceso general ya se agota. El panorama comienza a cambiar radicalmente en todas partes, como si las condiciones maduraran al unísono por una providencial sincronización. He aquí tres escenarios: Cuba, Miami y Washington.

• La sucesión en Cuba no sólo por un cambio de liderato en la cúpula, sino generacional en todos los niveles, con una visión más pragmática.

• Cambio en la correlación de fuerzas de la comunidad cubana en el sur de La Florida por el crecimiento del llamado ''nuevo exilio'', producto de sucesivas oleadas migratorias desde Cuba, con una perspectiva más realista de la situación cubana y consecuentemente el surgimiento, por primera vez, de candidatos con apoyo popular frente a los congresistas que han apoyado las restricciones contra viajes y remesas a Cuba.

• Cambio de administración en la Casa Blanca: fin de la política confrontacional de la administración Bush y probable ascenso de un gobierno demócrata con una política más flexible que priva a la línea dura de La Habana de la coartada para el estado de sitio.

Esta coyuntura sólo ofrece las condiciones para la solución definitiva del prolongado conflicto cubano, pero no lo garantiza por sí solo, ni que el rumbo del proceso no sea un nuevo reparto del botín del poder por muchos actuales jerarcas en contubernio con otros actualmente al acecho, como ocurriera en la antigua Unión Soviética. Los moderados de la diáspora no pueden dejar escapar esta ocasión de unir todas sus voces para que escuchen bien los que en la otra orilla acarician el mismo sueño. Para que todos juntos podamos un día forjar, en el hogar común, y para todos los tiempos, la república de los corderos.

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